El 11 de septiembre de 1973 marcó de forma trágica la vida de decenas de miles de personas en Chile. El golpe militar de aquel día encabezado por el general Augusto Pinochet fue el comienzo de un régimen brutal y sangriento, con más de 3.200 muertos y unos 38.000 torturados.
La mañana de ese día el presidente Salvador Allende se encontraba recluido junto con sus guardaespaldas en La Moneda, el Palacio Presidencial de Chile, ante las noticias de que la Marina ya había tomado el puerto de Valparaíso, al norte de la capital.
Su hija Beatriz Allende Bussi, la Tati, una fiel colaboradora del presidente, se dirigió a La Moneda a dar apoyo a su padre a pesar de estar embarazada de ocho meses. Salvador Allende la obligó a irse de allí ante el inminente ataque que luego destruyó el palacio con bombas lanzadas desde los aviones militares de su propio ejército.
Humo que sale del palacio presidencial chileno, La Moneda, en esta fotografía de archivo del 11 de septiembre de 1973, después de ser alcanzado por cohetes disparados por la fuerza aérea. Source: AAP
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El otro 11 de septiembre
Cuando las tropas ingresaron a La Moneda, encontraron al presidente muerto. Se había pegado un tiro antes que permitir que los militares lo arrestaran.
El niño que Beatriz llevaba en su vientre, Alejandro Fernández Allende, 49 años, vive con la convicción de que si está en este mundo es gracias a Salvador Allende.
“Yo estoy vivo gracias a mi abuelo, que fue el que la sacó —no sólo a ella, sino a Isabel, (su otra hija) que también estaba en La Moneda; Allende logró sacar a estas mujeres al último momento y ese dolor nunca abandonó a mi madre”, dijo Alejandro a SBS Audio Australia en Español.
Dos meses después del golpe de Estado en Chile, exiliados en Cuba, Beatriz Allende Bussi y Luis Fernández Oña, dieron la bienvenida a Alejandro. Credit: Supplied
Alejandro relata la visita que el comandante Fidel le hizo a su madre, después de dar a luz en el hospital: “mi mamá estaba con mi padre y yo ahí, al lado de la cuna, recién nacido y Fidel dice: “mira, este niño conoció las balas antes de nacer”.
Luis Fernández Oña en Cuba con Isabel Jaramillo, asistente de Allende Credit: Supplied
"A mí nunca me gustó", reconoce Alejandro, "porque yo me llamaba, imagínate, Alejandro Salvador Allende Fernández, en Cuba, que ya de hecho tenía un peso y eso era un peso mayor". Al cumplir los 18 años y trasladarse a vivir a Chile en 1992, se cambiaron de vuelta el orden de los apellidos. "Y yo dije esto no, yo no quiero ir así y me puse mis apellidos con el orden correcto".
"Ella nunca se perdonó haber dejado a su padre solo"
Beatriz Allende desplegó una intensísima actividad de apoyo a los refugiados que llegaban a Cuba “torturados y hechos pedazos”, como relata Alejandro.
“Ella se metió en ese mundo, pero también para estar ocupada porque realmente nunca se perdonó haber salido de La Moneda. Ella nunca se perdonó haber dejado el presidente solo. Desde un punto de vista simbólico, mi madre murió el mismo día que mi abuelo”, asegura.
El 11 de octubre de 1977 la Tati se quitó la vida en Cuba, víctima de una profunda depresión. Alejandro no había cumplido aún los cuatro años.
Ya adolescente, tuvo la oportunidad de leer una carta que su madre había dejado a Fidel Castro antes de morir. Ante la pregunta de si entendió los motivos por los que su madre decidió morir, Alejandro no duda:
Beatriz Allende Bussi, madre de Alejandro. Credit: Supplied
“La gente se dio cuenta que la Tati no estaba bien. Ella, por ejemplo, chocó una vez el auto. Otra vez, entrando en un hotel, no miró y el ascensor no estaba, se cayó por el hoyo para abajo. Tuvo varios accidentes que son relacionados cuando la mente no te está funcionando bien. Cuando estás en un proceso depresivo, yo lo he tenido, lo entiendo.
“Lamentablemente en esa época la psiquiatría en Cuba estaba en pañales. Y trataron de ayudarla, pero el dolor que ella llevaba, el duelo que llevaba y la pena que ella llevaba por no haber dado la vida por su padre, haber muerto con su padre, inmolarse con su padre, la llevó después a un suicidio que a mí no me sorprende.
“O sea, que había varia gente que me dijeron que ellos sabían que la Tati podía terminar así, varios compañeros. Funcionaba, pero estaba triste”, relata Alejandro.
Beatriz Allende Bussi, madre de Alejandro. Credit: Supplied
“Yo no me defino como una persona revolucionaria”, asegura.
“De hecho tengo bastantes discusiones con gente de izquierda, que son profundamente machistas, aunque no todos. Pero en la época de los 80, había mucho machismo, mucha homofobia”.
“Yo me di cuenta de que era homosexual siendo un niño. De hecho, tuve una etapa que yo no sabía, realmente estaba muy confundido con el tema de los géneros —eso que ahora se habla.
“Y para mí era muy muy difícil. Yo de hecho pensé como niño en el suicidio para evitarle a mi familia toda esta vergüenza. Porque era imposible, en la Cuba de los 80, ser maricón y ser nieto de Allende”, declara.
Era imposible, en la Cuba de los 80, ser maricón y ser nieto de Allende.Alejandro Fernández Allende.
Alejandro y su hermana Maya se fueron a vivir y estudiar a Chile, una vez terminada la dictadura, en los años 90.
En 2011 tuvo la oportunidad de ver a su abuelo por primera vez en una exhumación de sus restos.
Hortensia Bussi y Salvador Allende, los abuelos de Alejandro Fernández Allende. Credit: Supplied
“Fue triste, fue emocionante, pero también yo sentí mucha paz y mucho cierre. Le besé el cráneo. Estuvimos con él mucho rato”.
Fue triste, fue emocionante, pero también yo sentí mucha paz y mucho cierre. Le besé el cráneo. Estuvimos con él [su abuelo, Salvador Allende] mucho rato.Alejandro Fernández Allende.
“Junto con el cuerpo, que eran obviamente la osamenta, había unas bolsas con la ropa que tenía él al momento de morir, que estaba ensangrentada, tenía todavía huellas de sangre.
“Y también el pelo de él, que estaba como en otra bolsa, así recuerdo. Ahí fue cuando yo “conocí” a mi abuelo. Cuando me dejaron conocerlo. Fue duro, pero fue un cierre también. Como experiencia fue buena, fue bueno haberlo visto”, reconoce.
Ambiente "tóxico" en Chile
Alejandro vive ahora en Nueva Zelanda con Ramón, su pareja de hace años, y para las conmemoraciones del 50 aniversario él ha preferido viajar a Australia y acompañar a la comunidad de refugiados chilenos en varios actos que se celebran en Sídney.
“Yo prefiero estar acá, en otros lados, sumándome a este esfuerzo colectivo de hablar sobre verdad, de hablar sobre la justicia. Ir a Chile en estas fechas sería para mí algo difícil”, explica.
“El ambiente en Chile ahora está sumamente tóxico, otra vez está esta división que como sociedad no hemos podido conversar. Me preocupa lo que está pasando y también el debilitamiento de las instituciones democráticas chilenas”.
Memorial del Presidente Salvador Allende (1970-1973) en el Cementerio General de Santiago de Chile. Ciudadanos participan, en la tradicional peregrinación al cementerio general de Santiago, en el marco de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado en Chile. Source: AAP / SOPA Images/Sipa USA.
Otra de las preocupaciones de Alejandro es el papel de Australia en el derrocamiento del gobierno de su abuelo y cómo agentes de los servicios secretos australianos colaboraron con la CIA para terminar con la democracia en Chile.
Pese a las evidencias y a que Estados Unidos ha desclasificado numerosos documentos que prueban esta relación, el gobierno australiano aún se resiste a publicar información que revele los detalles de su participación.
“Yo no sé qué más estarán escondiendo y por qué no lo quieren decir”, afirma Alejandro.
“Me parece interesante y es un tema que yo voy a seguir porque este es un país que yo amo, he venido muchísimas veces tengo muchos amigos acá y me interesa saber qué fue lo que pasó”.
Respecto a lo que representa esta conmemoración del 50 aniversario, Alejandro siente que “este es el momento de hablar, de recordar, este es el momento de estar ahí para toda esa gente que aún no tienen voz”.
“Más allá de nuestras propias ideologías políticas estamos hablando de cosas que son básicas, son fundamentales como el derecho a la vida, el derecho a tener una opinión y el derecho a vivir en paz”.
"Yo he tenido una vida bastante difícil. He vivido en varios países, he tenido también problemas con depresiones, etcétera. El costo como familia que nosotros hemos pagado, ha sido muy alto, pero hoy estoy acá. Yo vivo el momento presente. Estoy fuerte, hoy es un orgullo para mí ser parte de la familia Allende y también es un orgullo, para mí unir todas nuestras voces para que esto nunca más pase en Chile ni nunca más pase en cualquier lado".
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Los lectores que busquen apoyo en caso de crisis pueden comunicarse con Lifeline al 13 11 14, Suicide Call Back Service al 1300 659 467 y Kids Helpline al 1800 55 1800 (para jóvenes de hasta 25 años). Más información y apoyo con salud mental están disponibles en y en el 1300 22 4636.
Si usted o alguien que conoce está sufriendo o corre el riesgo de sufrir violencia doméstica, familiar o sexual, llame al 1800RESPECT al 1800 737 732 o visite
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