Sinopsis
Con la propuesta de un “socialismo democrático”, la izquierdista Xiomara Castro, asumió la presidencia de Honduras, un país golpeado por la pobreza, la migración, el narcotráfico y la corrupción, mientras apaga una crisis en el Parlamento que amenazó su liderazgo.
De 62 años y esposa del derrocado expresidente Manuel Zelaya, la primera mujer en gobernar Honduras también puso fin a una supremacía de la derecha con una coalición liderada por su partido, Libertad y Refundación (Libre).
La mandataria juró ante la jueza Karla Rivera y el presidente del Congreso Nacional, Luis Redondo, quien dirige una de las dos directivas legislativas paralelas nombradas hace una semana.
Desde la madrugada se armaron grandes filas en el Estado Nacional de Tegucigalpa, donde unas 29.000 personas participaron de la ceremonia de juramentación con banderas de Honduras y de color rojo, del partido Libre.
Según cifras oficiales de 2019, la pobreza alcanza al 59% de sus casi 10 millones de habitantes, aunque la ONG Foro Social de la Deuda Externa y Desarrollo de Honduras la ubica en 71%, según datos de 2021.
También existe una elevada tasa de homicidios de casi 40 por cada 100.000 habitantes, generada por carteles de drogas y pandillas. Toda ello, sumado a la pandemia de COVID19, lo cual empuja fuertes corrientes migratorias hacia Estados Unidos en busca de empleo.
La ceremonia tuvo como invitados estelares a la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, y al Rey de España, Felipe VI y de Centroamérica solamente participó el presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, y el primer ministro de Belice Jhonny Briceño.
Mientras en Estados Unidos, la congresista demócrata Norma Torres pidió al departamento de Justicia que solicite la extradición de Juan Orlando Hernández al concluir su mandato presidencial en Honduras, porque considera su presunta participación en el narcotráfico.
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