La COVID-19 ha cambiado nuestras vidas. Los gobiernos nos confinan en nuestras casas, nos obligan a mantener distancias físicas y a usar mascarillas entre otras medidas que intentan evitar la propagación del virus.
La mayoría de la población, como es el caso de los habitantes de Melbourne, acatan estas medidas para evitar que más personas, especialmente ancianos, sigan abultando las cifras de fallecidos. Para ellos, el respetar las órdenes es una cuestión de vida o muerte.
Sin embargo, en Australia como en el resto del mundo, hay grupos que se niegan a respetar las reglas, por considerar que se viola sus libertades personales. Para los expertos esta actitud es mucho más frecuente en sociedades occidentales que privilegian el individualismo.
Puntos destacados:
- Expertos australianos critican a los grupos que se oponen a usar mascarillas o a obedecer las medidas de restricción social por poner en peligro la vida de los otros.
- Los habitantes de sociedades occidentales, que privilegian el individualismo, son más propensos a rechazar las medidas de restricción frente a la COVID-19.
- La incertidumbre y la falta de control afecta a las reacciones de las personas, pero la psicóloga española Pilar Cuevas insta a ajustar los planes de acuerdo a las situaciones.
Vivir en medio de las nuevas medidas de restricción es difícil, requiere tiempo para adaptarnos. Según los expertos, alrededor de unas ocho semanas.
Por otro lado, también nos cambia las reglas de convivencia, afecta nuestras costumbres afectivas y la forma cómo planificamos nuestra vida. La psicóloga y directora de las Clínicas Origen, Pilar Conde, le explica a Anna Sagristá que es necesario planificar el día a día más que de forma inflexible de cara al futuro.
Asimismo recomienda cambiar las formas expresivas como el beso o el abrazo que nos está vedado a la comunicación gestual y el énfasis en la palabra.
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