El gobierno de Australia, país que pudo capear la Gran Crisis Financiera Mundial y registró hasta antes de la pandemia 30 años de crecimiento económico sostenido, ha destinado unos $289,000 millones (más del 14 por ciento de su PIB anual), en diversas medidas para paliar el golpe letal de la pandemia.
El impacto de la crisis y los gastos se conocieron hoy cuando el tesorero federal, Josh Frydenberg, dio a conocer en Camberra el informe sobre la situación fiscal y económica de Australia, confirmando que el déficit presupuestario es el más grande de su historia moderna.
El tesorero federal, Josh Frydenberg, dijo que el déficit será de $85,800 millones en 2019-20 y $184,500 millones en 2020-21, mientras que la deuda neta ascenderá a $488,200 millones al 30 de junio de 2020 y a $677,100 millones en el próximo año.
El analista económico, Charly Ríos, dijo a SBS Spanish que las cifras son “escalofriantes”.
Puntos destacados:
- El déficit será de $85,800 millones en 2019-20 y $184,500 millones en 2020-21, mientras que la deuda neta ascenderá a $488,200 millones al 30 de junio de 2020 y a $677,100 millones en el próximo año.
- El gobierno australiano ha destinado a estímulos económicos por la pandemia unos $289,000 millones de dólares, lo que representa un 14,6 por ciento del PIB anual.
- La última contracción económica mundial se registró en 2009 y fue de 0,1 por ciento. La OCDE prevé una contracción económica mundial de 6 por ciento este año.
"Las duras cifras reflejan la dura realidad que afrontamos. El panorama económico sigue siendo muy incierto y los recientes sucesos en (el estado de) Victoria dan testimonio de ello", indicó el tesorero en la rueda de prensa en Camberra, en la que compareció con el titular de Finanzas, Mathias Cormann.
La presentación del informe no es un “mini-presupuesto” sino un adelanto de parte de la información que se dará a conocer el 6 de octubre, fecha en que se desvelará el próximo Presupuesto Federal.
Otros datos revelados señalan que los ingresos fiscales han disminuido $31,700 millones de dólares en 2019-20 y $63,900 millones en 2020-21.
El crecimiento caerá un 3,75 por ciento este año y se prevé que el PIB sea un 2,5 por ciento más alto el próximo año y el desempleo, que es de un 7,4 por ciento, que el gobierno cree que en términos reales es más de un 11 por ciento, alcanzará un máximo del 9,25 por ciento en el trimestre de diciembre.
"Se prevé que la tasa de desempleo alcance un máximo de alrededor del 9 por ciento en el trimestre de diciembre, aunque se espera que las condiciones del mercado laboral se fortalezcan más allá de 2020.”, comentó Frydenberg, que espera que la tasa de desempleo real y efectiva comiencen a acercarse.
La actualización presupuestaria indica que el reconfinamiento en Victoria de seis semanas supondrá una pérdida de $3,300 millones, lo que representa el 0,75 por ciento del PIB.
Datos sobre los programas de susbisdios salariales y ayudas de desempleo indican que suponen un gasto de $164,000 millones, especialmente del JobKeeper ($86,000 millones) y JobSeeker ($17,000 millones). La extensión de los pagos, que se reducirán desde septiembre próximo, costarán unos $20,4 millones.
Se cree que las medidas implementadas por el gobierno como el JobKeeper han salvado unos 700,000 puestos de trabajo.
En diciembre se había previsto que la inversión empresarial creciera un 1 por ciento en 2019-20 y luego un 6 por ciento este año. Esto se ha reducido debido a la recesión a menos de un 6 por ciento el año pasado y menos de un 12,5 por ciento en 2020-21.
El Tesoro cree que la inversión en minería creció un 4 por ciento en 2019-20, un poco más del 1 por ciento previsto en la actualización presupuestaria de mediados de año. Pero ha reducido ligeramente su previsión para el año en curso, al 9 por ciento desde una predicción del 12 por ciento en diciembre.
Lo peor del daño vendrá de los impuestos sobre la renta personales, que representan casi la mitad de los ingresos totales del gobierno federal.
Deuda aún manejable
Por otro lado, la deuda neta ascenderá a $488,200 millones al 30 de junio de 2020 y a $677,100 millones en el próximo año.
El economista Ríos comparó esta deuda neta con una tarjeta de crédito y los ingresos tributarios con el salario de una persona. En ese sentido consideró que dado la tasa baja de interés actual, “la deuda es manejable”.
Por un lado, Simon Benson expresó en el diario The Australian que "la respuesta de Australia a la crisis de COVID-19 cargará a la nación con una deuda bruta récord de $850,000 millones y una bomba presupuestaria combinada de casi $280,000 millones a mediados del próximo año".
En contraste, Bernard Keane y Glenn Dyer argumentaron en la revista de análisis político Crickey, que el estímulo es necesario y asequible.
"Australia tiene una amplia capacidad para financiar todo este gasto y mucho más. Vamos camino de una deuda de alrededor del 30 por ciento del PIB, un porcentaje elevado para los estándares australianos recientes, pero muy inferior al de países como el Canadá, Alemania, los Estados Unidos, el Reino Unido y el Japón", apuntaron.
Futuro incierto
La economía australiana está de capa caída y las arcas públicas registran fuertes gastos debido a la gran cantidad de subsidios y ayudas que deben darse por la pandemia de COVID-19, que ha arrastrado a millones de personas en el país a la pobreza o a una vida de penuria y de incertidumbre. La crisis del nuevo coronavirus parece no terminar pronto.
Los economistas esperaban que el déficit para el período 2019-20 alcance al menos $90,000 millones mientras que el déficit del año en curso podría superar los $200,000 millones, aunque la magnitud total de este orificio solo se conocerá cuando se desvele el presupuesto de octubre.
"Las perspectivas económicas y fiscales siguen siendo muy inciertas. El Gobierno proporcionará previsiones y proyecciones para el período de estimaciones futuras y a mediano plazo en el presupuesto para 2020-21, que se entregará el 6 de octubre de 2020".
En un artículo en The Conversation, el académico Warren Hogan de la Universidad Tecnológica de Sídney dijo que las medidas de emergencia como Jobkeeper y JobSeeker no harán que la economía vuelva a funcionar una vez que la crisis se haya calmado.
“Algunos argumentan que se interpondrán en el camino de la recuperación si mantienen a la gente con beneficios o vinculada a empresas sin futuro”, recalcó Hogan al indicar que “la segunda fase requerirá un verdadero estímulo fiscal: no un manto de seguridad como el que hemos tenido, sino una inyección directa de dinero que desencadene una nueva ola de inversión y empleo”.
Asimismo, el experto indicó que en la segunda etapa de recuperación económica se necesita una gran inversión en infraestructura, aunque sin tener un panorama claro sobre la inmigración, la apuesta es más difícil de determinar.
“La pandemia habrá cambiado la forma en que trabajamos y jugamos. Aún no está claro si la gente aprovecha el trabajo a distancia y se traslada fuera de las ciudades congestionadas. No está claro aun lo que significará para la salud digital, la educación digital y las compras digitales”, precisó.
“La etapa final implicará reformas estructurales; alteraciones en los entornos fiscales, reglamentos y relaciones laborales. Que es donde se pone realmente difícil. Requerirá no sólo secuenciar, sino también conseguir un acuerdo a través de la división política”, puntualizó el académico.