Betty Celis se encontraba viajando por Australia con una visa de turismo cuando la pandemia del coronavirus obligó el cierre de las fronteras de su país natal, Perú.
Preocupada de quedarse atrapada en Oceanía, sin visa, sin dinero, sin hospedaje y sin seguro médico, Betty, quién sufre de asma, se unió a un grupo de peruanos que empezó a presionar a las autoridades australianas y consulares para que se les permitiera regresar a Latinoamérica.
La idea del grupo era regresar a casa en un avión chárter que tenía previsto traer de Suramérica a un centenar de australianos varados en varios países latinoamericanos.
Se suponía que el avión iba a regresar vació, por lo que el grupo de peruanos insistió en que esto sería una oportunidad perdida.
Betty relata que después de muchas negociaciones, y de toparse contra muchas “puertas cerradas” felizmente recibieron el apoyo de las autoridades a última hora para poder montarse en ese avión.
“El avión llegó con los australianos a Sídney y recién en ese momento tuvimos apoyo de un congresista que se puso en contacto con la Embajada y con el Consulado, y ahí empezaron a ver la posibilidad de llevarnos a algunos de nosotros”, contó a Betty SBS Spanish.
“Se logró conseguir de que se traslade a gente pero no a todos. El consulado realizó una lista de solamente la gente que se encontraba en algún estado de vulnerabilidad, de gente mayor o menores de edad o con condiciones médicas, y esa lista fue la que aprobaron para que podamos regresar”.
Betty tuvo que esquivar más obstáculos que otros, ya que ella estaba en Queensland cuando le avisaron que ella estaba en la lista para montarse en el avión que salía desde Sídney. Para ese momento, ya las fronteras entre ese estado y Nueva Gales del Sur estaban cerradas.
Los latinoamericanos no hubiesen podido lograr volver sin ayuda consular, y sin la autorización de las autoridades australianas. Sin embargo, el regreso tuvo que ser costeado por ellos mismos.
“Tuvimos que pagar por el ticket de regreso de Sídney a Santiago, y el costo fue de aproximadamente $1.000. Eso fue solamente para el tramo hasta Santiago, pero ya el gobierno venía gestionando otro vuelo desde Santiago hasta Lima”.
Tras semanas en vilo, días de angustia, insomnio y cansancio, el grupo empezó a sentir la alegría del pronto regreso a casa una vez que llegaron al aeropuerto de Sídney, listos para el despegue.
“Cuando nos encontramos todos en el aeropuerto después de haber estado luchando juntos fue bonito, porque conocí a mucha gente que me había apoyado y que solo conocía por texto. Fue muy bonito encontrarnos y todos estábamos contentos de volver.”Una vez en Santiago, Betty y los demás tuvieron que pasar por estrictos controles sanitarios. Las autoridades distanciaron al grupo en el aeropuerto, ya que debían pasar la noche en la sala de espera antes de continuar a sus países respectivos, donde también pasarán los controles sanitarios impuestos en cada jurisdicción, además de un período de cuarentena obligatoria.
Grupo de latinoamericanos en tránsito en Chile, distanciados en el aeropuerto de Santiago, esperando su próximo vuelo. Source: Supplied
Pero para Betty y los demás, el regocijo del regreso también se encuentra empañado por la noción de que ellos son los 50 afortunados de unos cien que querían también volver, pero no pudieron.
“Nos gustaría recordar que todavía hay peruanos en Australia que desean regresar, así como hay australianos en Perú. Así que hay una oportunidad ahí para que más puedan volver a sus casas y estar con sus familias. Es en estos momento así que uno se da cuenta que es lo que más importa”.