Al pulso a finales de agosto entre el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y el de Francia, Emmanuel Macron, por los incendios en los bosques amazónicos se añadió otro elemento, que no tenía que ver con la dimensión de la catástrofe ni los puntos de vista políticos: un comentario irrespetuoso contra la mujer del mandatario galo.
En la página de Facebook de Bolsonaro, un usuario publicó un meme que compara la apariencia de la esposa del presidente brasileño, de 37 años, con la de la primera dama francesa, de 66, implicando que Macron está celoso, aparentemente por la diferencia de edad entre ellas.
A esto, Jair Messias Bolsonaro respondía: “No humillen al sujeto … jaja”.
En 2017, él causó indignación en su país cuando dijo tengo cinco hijos, cuatro son hombres y en el momento de debilidad la quinta fue una mujer.
Pero esta no es su única perla contra las mujeres, anteriormente Bolsonaro le dijo a la diputada María do Rosario que "no merecía ser violada"
En Australia, a mediados de agosto el comentarista radial Alan Jones le recomendaba durante su programa al primer ministro Scott Morrison que le cierre el pico a su homóloga neozelandesa Jacinda Ardern en relación las políticas de cambio climático. Jones señalaba que la mandataria laborista neozelandesa no tenía idea de lo que hablaba, al recordar que en su política de cero emisiones de carbono excluyó a la agricultura.
Tanto el mensaje por Facebook, que indignó a Macron y a muchos usuarios de las redes sociales, como el de Jones tienen en común un comentario peyorativo contra dos políticas, contra las mujeres.
Para el politólogo de la Universidad de Griffith, Ferrán Martínez i Coma, este tipo de discursos esconden una incompetencia del que lo emite, pero también la existencia de un público que lo comparte y unos medios que repiten sin analizar.
La política es más que un espacio masculino, es misógina. En Estados Unidos por ejemplo la congresista de origen latino Alexandria Ocasio Cortez ha sido humillada en las redes sociales. Incluso el presidente estadounidense Donald Trump, acusó en julio pasado a esta legisladora neoyorquita y otras tres congresistas de origen étnico a regresar a sus países, a pesar de que solamente una había nacido fuera.
Entonces, el analista internacional y escritor chileno Pablo Jofré Leal, señaló que los comentarios de Trump son "misóginos" y "racistas" que se dan en el marco pre-electoral en EEUU., y que "tratar de generar críticas contra los inmigrantes" para captar a su base electoral que se inclina por los mensajes "autoritarios" y contra las mujeres.
Las expresiones de rechazo a las mujeres están en todas partes. Si las mujeres ascienden a la política son desacreditadas por la sexualización de sus cuerpos, por sus actitudes, por ejemplo Hillary Clinton no habla sino grita. Esa estocada la sintió en carne propia la misma Julia Gillard, la primera mujer en ocupar el máximo cargo del Ejecutivo australiano, cuando, acusó al líder opositor de la época, Tony Abbott, de misógino
¿Qué hacer para combatir los mensajes misóginos en la política y para que la mujer sea tratada con respeto, sin que se aluda al hecho de que es madre sino de igual a igual por ser simplemente una persona?
El politólogo Ferrán Martinez y Coma cree que la respuesta es simple, elevar la cuota de la participación en la política de las mujeres, que representan el 52 por ciento de la población.
El Partido Liberal Australiano asegura que en el gobierno el 55 por ciento del más de millón de trabajos que ha creado en los últimos 5 años son ocupados por mujeres. En su gabinete hay 7 mujeres, lo que representa poco más del 30 por ciento de representación. El número más alto alcanzado anteriormente fue en los últimos años del gobierno del laborista Kevin Rudd, con seis mujeres en el Gabinete o un 30 por ciento de representación.