Andrés Parra no podía creer que finalmente estaba en Australia celebrando el Año Nuevo con su hermana Carolina y su familia. Solo se habían visto una vez desde que ella emigró hace 5 años y formó un hogar en un pueblo cerca de la frontera entre Victoria y Nueva Gales del Sur.
La familia festejaba sin imaginar que la noche siguiente estarían huyendo del fuego que en segundos haría añicos todos sus planes para el año 2020.
“La madrugada del dos de enero ocurrió el incendio. Llegó una camioneta de bomberos y rápidamente nos sacaron de la casa”.
Puntos destacados:
- Andrés llegó a Australia a visitar a su hermana cuando los incendios forestales arrasaron con la casa familiar.
- Andrés planeaba pedir refugio en Australia para escapar de la guerrilla colombiana.
- Su proceso de solicitud de protección quedó suspendido por la pandemia.
“Mi hermana lo perdió todo. Yo perdí todo lo que traía en mis maletas. Nos quedamos con lo que traíamos puesto. La casa quedó en ruinas, completamente destrozada”, cuenta Andrés, quien dos semanas antes del incendio había llegado como turista a Australia.
Carolina cuenta que era “como si hubiera habido una bomba”.
“La candela iba bajando por las montañas y el viento soplaba las hojas encendidas. Caían chispas por todos lados. En segundos todo se prendió”.Andrés estaba convencido que el 2020 sería su año.
En segundos, la casa de la hermana de Andrés quedó reducida a cenizas. Source: Andrés Parra.
Desde que su hermana Carolina se mudó a Australia, Andrés comenzó a considerar la idea de emigrar.
Con 44 años, una esposa y tres hijos, Andrés imaginaba que su viaje a Australia era su oportunidad para solicitar una visa de protección y consecuentemente resguardar a su familia de la persistente violencia que enfrenta su comunidad a manos de la guerrilla.
“En la ciudad donde vivo, la guerrilla ha tratado de meterse”, explica Andrés.
“La situación del país es muy delicada. Colombia tiene muchas cosas bonitas, pero las opaca esta gente, la guerrilla”.
“No podemos tener a nuestros hijos en las calles, porque esta gente se los lleva en cualquier momento. Están siempre al acecho”.
De turista a bombero voluntario
Pero la madrugada del 2 de enero la vida de todos cambió.
Con el fuego ardiendo por doquier en el pueblo de Tintaldra, de apenas unos 200 habitantes, comenzó a correr la voz de que se necesitaban voluntarios.
Aún desconcertado por la emergencia, Andrés no dudó en alzar la mano para unirse a los voluntarios brigadistas e ir a hacer frente a los incendios, a pesar de su poco inglés y su casi nulo conocimiento del terreno.
Andrés tenía experiencia como bombero voluntario, pues al vivir en un poblado ubicado sobre la cordillera central de los Andes, los incendios forestales no le eran ajenos.
“Al principio ellos me decían que no, que no podía colaborar en nada. Sin embargo, cuando ya todo el mundo se vio con el fuego encima, ahí sí me aceptaron”, dice el colombiano."Nos dedicamos a apagar muchos incendios. Descansamos y al otro día en la mañana hicimos lo mismo”, relata Andrés, quien dice sentirse satisfecho de haber podido colaborar.
Al día siguiente Andrés y su familia volvieron a la casa a buscar al cachorro que se había extraviado cuando huyeron de las llamas. Source: Andrés Parra.
“Asando y comiendo”: pandemia, desempleo y desamparo
A pesar de encontrarse sin alojamiento ni pertenencias, la gran preocupación para Andrés era el bienestar de su familia en Colombia. Quería iniciar lo antes posible su proceso de solicitud de una visa de protección y poder trabajar legalmente en Australia.
En Colombia Andrés laboraba como perforador de rocas, soldador y herrero. Él confiaba que con esas habilidades pronto encontraría empleo.
Poco después del incendio, Andrés se separó de su hermana. A ella le ofrecieron hospedaje en un pequeño poblado remoto, donde las oportunidades de trabajo eran escasas y el acceso al internet limitado.
Andrés se quedó probando suerte solo en Albury, una pequeña ciudad fronteriza en Nueva Gales del Sur.
Con la ayuda de un traductor en línea, Andrés responde la correspondencia del Departamento de Inmigración, envía solicitudes de empleo y se las ingenia para conseguir unos cuantos dólares.
“A veces trabajo con un señor que fabrica estructuras metálicas. Como soy soldador él me emplea uno o dos días a la semana y con eso envío un poco de dinero a la familia. Vamos así, como decimos en Colombia: asando y comiendo”.
En el limbo: cierre de fronteras y visa en veremos
Cuando Andrés por fin recibió la orden del Departamento de Inmigración para hacerse los exámenes médicos necesarios para su visa, se endurecieron las restricciones por el coronavirus.
Por primera vez en 100 años se cerró la frontera entre los estados de Victoria y Nueva Gales del Sur.
“Yo tenía ya todo listo para (viajar a Sídney para) los exámenes biométricos, pero recibí un correo diciéndome que todos los trámites quedaban aplazados”, explica Andrés.
La buena noticia era que a Andrés le otorgaban una visa puente (Bridging Visa A, Class WA) lo que le concedía la posibilidad de trabajar mientras se decidía su futuro en Australia.
“Si es un poco difícil. Porque con este tema del COVID-19, pues se va a ampliar mucho más el tiempo para obtener mi visa”, dice Andrés un poco frustrado.
Hasta el momento, Andrés sólo ha encontrado trabajos ocasionales para irla pasando. Source: Andrés Parra
Resuelto el tema del permiso para trabajar, Andrés se ha dedicado los últimos meses a buscar empleo, a aprender inglés y a extrañar a su familia.
Aunque solo trabaja a destajo, él no pierde la esperanza de encontrar un ingreso fijo, hacer su vida en Australia y traer a su familia. Para Andrés es cosa de saber esperar.
“Australia a mi me recibió muy bien. He tenido momentos muy bonitos aquí. Hay gente que se ha portado excelente”.
“Sí estoy bajo de nota porque yo vine con una meta y en el momento no la he podido cumplir, pero yo sé que no todo se da al momento que uno lo requiere. Todo toma una espera”.