El nombre del argentino Justo Díaz está asociado a muchas propuestas innovadoras como La Peña, un centro que difundía la cultura latinoamericana en los años ochenta o Café Carnivale, otra propuesta similar, pero esta vez financiada por el gobierno del estado de Nueva Gales del Sur (NSW, siglas en inglés). También fundó en los ochenta con otros músicos el grupo Papalote, que por décadas interpretó la música latinoamericana y llevó sus propuestas a las escuelas australianas.
Muchas acciones culturales en Sídney están asociadas al nombre de Justo Díaz y muchos artistas de las nuevas generaciones respetan y quieren a este argentino, caracterizado por sus mechones de cabello blanco y ensortijado que le caen en la cara, su sonrisa afable y su hablar pausado. En SBS en español, Justo contó su historia de inmigración.
¿Qué te motivó venir a Australia?” le preguntábamos a Justo Díaz en los estudios de SBS en Sïdney.
Justo Díaz respondía: “el miedo”. Después hace una pausa reflexiva consciente de que su respuesta es insuficiente, se aferra a su guitarra y responde: “yo tenía un temor porque la represión era impresionante, en mi país mataron a 30.000”.
Justo migró en 1979, en plena dictadura militar en Argentina (1976 a 1983) cuando era un joven estudiante, aunque como él confiesa “nunca terminé nada en mi país”.
“Yo no me fui exiliado, no he pedido refugio a ningún país...yo estuve en Europa casi dos años y había mucha solidaridad, trabajaba, pero nunca tuve la residencia en Europa y en Australia se dio la oportunidad de quedarme”.
Años después, con el fin de la dictadura retornó a Argentina y tuvo un incidente amargo, las autoridades en el aeropuerto vieron que se había ido en 1976 y lo comenzaron a interrogar de una forma incómoda.
“Me trataron como un terrorista”, pero ya Justo asegura que no sentía miedo porque ya Argentina “era democracia”.
Echar raíces con arraigo cultural
En 1979, Justo estuvo en una gira de un grupo argentino de malembe en la ciudad de Perth. Él tocaba varios instrumentos musicales, entre ellos la guitarra. Su arte le viene de familia ya que su madre, quien si bien no era profesional, “era cantante y era muy respetada”, recuerda este artista, que se reconoce como “un ser humano que interactúa con la realidad”.
En Australia y en concreto en Sídney, Justo comenzó a echar raíces y qué mejor que la música para afincarse y dejar su legado. En la capital de Nueva Gales el Sur (NSW, siglas en inglés) funda, con otros músicos, la agrupación musical y cultural Papalote, que no solo tocó en los escenarios sino que también habló de historia y de cultura a los niños en diversas escuelas como la de Alice Spring.
Papalote tocaba música andina, la nueva canción chilena, música mexicana, trova, brasileña, entre otros sonidos de Latinoamérica. Entonces Justo tenía el cabello negro y barba y lucía un poco como su compatriota el “Ché” Guevara.
En aquellos tiempos lo que más identificaban los australianos con los latinoamericanos era la música latina y “casi todos los músicos tocaron un instrumento andino en su momento”, recuerda Justo.
Entonces, “se consideraba como un acto político tocar música andina, pero no es política ni apolítica. La identificación se debe a que se hacía una reivindicación de la raíz y esto era considerado como un acto político”, opinó.
Lo mismo con la Trova, que se vincula con artistas como los cubanos Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, y que Papalote tocó mucho en sus conciertos.
La Trova tiene de político, pero también “tiene ese lado poético, de poesía, pero sí tiene canciones políticas y Papalote cantó canciones políticas y fue el grupo que más participó en actos de solidaridad contra las dictaduras en Latinoamérica, al menos en los ochenta”, precisó.
“El tiempo pasa y nos va volviendo viejos”
La comunidad hispana en Australia ha cambiado con el tiempo. De ser unos miles ha pasado a superar los cien mil y es más variada en términos de nacionalidad, perfiles, edad, intereses, formas de relacionarse. Los motivos de la inmigración son distintos, ya sea políticos, económicos o personales. Lo mismo pasa con los músicos.
En tiempos pasado, en los ochenta existía un centro cultural “La Peña” en el barrio de Newtown, en el oeste próximo de Sídney. Allí se promovió la música hispana. Después, Justo asumió un cargo de coordinador del Festival de Artes Multiculturales Carnivale y director de Música Multicultural del estado de Nueva Gales del Sur, y desde allí promovió las diversas culturas, entre ellas la latinoamericana.
“La Peña la hacíamos a pulso y Café Carnivale con dinero del Estado”, recuerda Justo, quien cree que la comunidad de músicos hispanoamericanos de hoy en día es más diversa.
“Años atrás había una coherencia, como un movimiento, y ahora no es así, Ahora veo que se hacen cosas diferentes y no se si la gente se siente parte de un movimiento, con la excepción de Maroubra Caves (en el sureste de Sídney), que ha logrado atraer a gente que hace cosas distintas e integrarlos en un mismo proyecto”, manifestó.
Hace unos años, Justo Díaz también hizo un viaje de dos años por Latinoamérica como parte de un proyecto de Investigación tras estudiar en el Conservatorio de Sídney. Esa travesía le permitió recolectar cientos de instrumentos que él cree que rondan los 400.
Esos instrumentos incluyen guitarrones, quenas, marimbas, entre otros, que él mandaba por encomienda y que ahora son parte de su colección personal.
Las lacónicas quenas
Entre los instrumentos de su colección están las quenas, algunas de las cuales llevó a los estudios de SBS en Sídney. Justo encuentra similitudes entre las quenas andinas y las flautas andinas, aunque no puede precisar sus lazos. Al ser preguntado si los asiáticos llevaron las quenas a las Américas en la primera migración que hicieron por el estrecho de Bering hace miles de años, él responde “no sé, habría que saber si ellos las traían consigo, pero las flautas antiguas eran de hueso, más pequeñas y la distancia entre los orificios era diferente”.
En los estudios de SBS Justo tocó varias de sus quenas y flautas, explicando que las más grandes son más suaves, mientras que las más pequeñas son más potentes y agudas.
Lo que sí tienen en común es el sonido lacónico, triste, que él mismo siente cuando toca un instrumento de caña.
Con su espíritu educador, él precisa “decían las crónicas que los indios se suicidaban después de escuchar las quenas, pero habrá que saber si esos suicidios son por la violencia de la conquista y no por el sonido de las quenas”.