La española Sinilia Radivojevic reacciona ante su premio de voluntaria del año con la humildad natural de quien hace las cosas desde el corazón.
“Me siento muy sorprendida, no lo esperaba, y bueno no cambia las cosas, yo lo que hago lo hago de corazón, con el interés de que un día se pueda erradicar el cáncer”.
Sinilia lleva 35 años trabajando como voluntaria para el Consejo del Cáncer. En cuanto la organización hizo el primer llamado en busca de voluntarios en 1984, ella lo tuvo claro.
“Pensé que era una buena idea trabajar con esta gente, porque el cáncer es algo que me ha afectado a mí desde pequeña. Perdí a mi papá siendo niña y toda mi familia, incluyéndome a mí, hemos tenido cáncer.”El gobierno de Nueva Gales del Sur le otorgó el reconocimiento de voluntaria del año 2019, y el diputado Guy Zangari hizo una declaración pública durante una sesión en el parlamento:
Speaker of NSW Legislative Assembly, Shelley Hancock, MP Guy Zangari, Sinilia Radivojevic, MP Sonia Hornery. Source: (fairfieldchampion)
“Sinilia ha dedicado más de 35 años al voluntariado en la comunidad y su compromiso inquebrantable de apoyar a los necesitados no solo es admirable, sino que realmente todos lo apreciamos.
Gracias por todo lo que haces Sinilia Radivojevic. Tus contribuciones han tenido un tremendo impacto en nuestra comunidad local y, sin duda, ha mejorado la vida de tantas familias a lo largo de los años.”
En las más de tres décadas que lleva en la organización, Sinilia ha organizado innumerables eventos para recaudar fondos. Ella se siente agradecida por los medios que ha tenido a su alcance para superar la enfermedad y poder seguir “dando la lucha”.
“Sigo trabajando con el Consejo del Cáncer porque veo que el dinero que hemos recolectado ha sido bien invertido”, asegura.
Acorde a su último reporte anual, la organización no gubernamental destinó en 2018 cerca de 60 millones para proyectos de investigación del cáncer. Parte de esos fondos fueron recaudados por voluntarios como Sinilia.
Además de haber padecido un cáncer ella misma, Sinilia acompaña a muchas personas que pasan por este trance. Ella cree que lo más difícil que enfrenta una persona con un diagnóstico de cáncer es el miedo y la incertidumbre.
“Hay rabia contra uno mismo, contra el entorno, la sociedad, contra todo”.
“Yo le digo a la gente: Llore todo lo que pueda y saque esa rabia, pero luego tenga la esperanza y saque fuerza. Tienes que pensar en positivo y no te dejes llevar por malos pensamientos. Tienes que pensar en ti y ser egoísta, no preocuparse por los demás, estar tranquilo y cuidarse”.
La falta de eficacia de Centrelink, un problema para los enfermos
La presión económica que sufren los enfermos es un factor importante que dificulta este difícil proceso de afrontar la enfermedad. Sinilia asegura que los servicios de ayuda del gobierno podrían ser más eficaces.
“En esta situación uno no puede trabajar a tiempo completo, y hasta que Centrelink empieza a pagar lo que le corresponda, a lo mejor pasan dos o tres semanas. Es algo por lo que estamos siempre presionando, que Centrelink no es lo suficientemente rápido para este tipo de situaciones.”
Esta situación se agrava cuando se trata de enfermos inmigrantes.
“Hay dificultades con el idioma, Centrelink está centralizado, va todo online y no toda la gente se maneja bien en línea, sobre todo cuando se está bajo estrés”.
El poder del “Happy Hour”
Pero al margen del trabajo de lucha con la administración y la recaudación de fondos, lo más gratificante para ella es poder acompañar a los enfermos terminales y sus familias y darles un poco de respiro en los últimos días.
Todos los sábados por la mañana va al hospital y ofrece té, café y pastel a los internos y sus acompañantes, un gesto sencillo pero lleno de significado. “A veces también les tengo que dar un abrazo, después de haber pasado una noche muy larga. Les ofrezco un iPad, a las jóvenes si quieren las maquillo, les acompaño a dar una vuelta por el jardín…”
Sinilia Radivojevic preparando la "happy hour" en el hospital Braeside Source: Facebook
Algo de lo que Sinilia se siente muy orgullosa es de lo que ella llama la “happy hour”, donde pasa con un carrito ofreciéndoles un licorcito de su elección después del almuerzo.
“A algunos les da risa y eso de verles una sonrisa, para mí ya valió la pena vivir… todos los sinsabores que yo haya podido tener en mi vida, ya valió la pena. Y el sábado cuando salgo de ahí es como que he vuelto a vivir, es saber que tengo una razón de existir”.