Crónica de un chileno en Corea del Norte

Escribir un reportaje sobre Corea del Norte ha sido una de las tareas más desafiantes para un periodista en los últimos cincuenta años. Claudio Vásquez, un reportero chileno que ahora vive en Melbourne, supo que tenía que viajar a ese país para escribir la historia. Mientras el mundo intenta darle sentido al histórico encuentro entre el presidente estadounidense Donald Trump y el líder coreano Kim Jong-Un, Claudio recuerda su propia visita a Corea del Norte para explorar lo que podemos conocer del pueblo norcoreano.

Pyongyang city

Pyongyang city, North Korea. Source: Claudio Vasquez / SBS Spanish

“Después de visitar Corea del Norte, ¿usted sigue pensando que su sociedad es mejor que la nuestra?”, me preguntó uno de mis guías norcoreanos, Yang Jun-Suk, al final del viaje que me llevó a ese país hace algunos años para realizar un reportaje.

Recuerdo haberle dado una respuesta ambigua: “Todas las sociedades tienes cosas buenas y malas, incluida esta nación”. Dije esto cuidándome de no realizar una crítica negativa en contra de su sociedad, pues ya había sido advertido al entrar al país de que mis opiniones y acciones podrían acarrear consecuencias.

North Korean soldier
North Korean soldier Source: Claudio Vasquez / SBS Spanish
Ahora que Kim Jong-Un se ha reunido en Singapur con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para discutir un plan de desnuclearización para Corea del Norte a cambio de protección por parte de Estados Unidos, el acuerdo podría abrirle a los norcoreanos las puertas a establecer relaciones diplomáticas con países que antes eran considerados enemigos. 

Tal como dijo el mismo Trump, pienso en los fuertes contrastes que existen todavía entre las vidas de los ciudadanos de Occidente y las de los veinticinco millones de habitantes de aquella nación.

“Ustedes los extranjeros creen que nosotros estamos absolutamente equivocados en lo que pensamos y que no hay nada que rescatar de la sociedad que hemos construido sin la ayuda de otros países”, dijo  mi otro guía, antes de enumerarme todos los beneficios que ellos tienen gracias a la “bondad” de sus líderes: vivienda gratuita, trabajo asegurado y generosas subvenciones a la salud, alimentos, educación, energía y herramientas.

Pude haberle respondido que en Occidente nos sentíamos orgullosos de nuestra libertad de expresión, de desplazamiento, de disentir con los gobernantes y dirigentes, al punto de poder cambiarlos a través del voto cuando no nos gustan.

Podemos visitar otros países y comprar sus productos cuando queremos. Cosas que ellos no pueden hacer. Pero me encogí de hombros, en cambio, haciéndole entender que no estaba tan convencido sobre las ventajas que tenían ellos sobre nosotros viviendo en aquel país tan diferente del resto.

Los norcoreanos que conocí, la mayoría personas ligadas de un modo u otro al régimen, porque a los extranjeros no nos está permitido hablar con cualquier ciudadano, solían destacar que los valores principales de su sociedad son: la cooperación, la solidaridad, la organización, la autonomía, la resistencia, la valentía y el esfuerzo.
Kaechong
Kaechong city Source: Claudio Vasquez / SBS Spanish


El aislacionismo y las penurias económicas, como la hambruna que se cobró las vidas de entre uno y dos millones de personas en los noventa, los han obligado a trabajar duramente para garantizar su subsistencia, y los habitantes del país están muy orgullosos de su empeño. 

Quizás uno de los conceptos que mejor definen al norcoreano es aquella filosofía y sistema que ellos mismos inventaron llamada Juche, que se podría definir como la capacidad de los hombres y mujeres para hacerse cargo de sus propios destinos. Es el pueblo norcoreano quien encarna con orgullo ese ideal. Pero para ejercer el Juche, no obstante, necesitan del Songún, que vendría a ser como la priorización de un militarismo y armamentismo que les permite garantizar su independencia y autonomía, para así avanzar en la revolución y protegerse de las agresiones de otros países.
Pyongyang view
Pyongyang view Source: Claudio Vasquez / SBS Spanish
Pero no todo es tan gris y serio en Corea del Norte, pues los habitantes del país también gustan divertirse como cualquier otra persona en el mundo. A los norcoreanos les gusta mucho cantar, aunque en público suelen cantar solamente loas a los líderes y a la nación, pues la mayoría de la música que nosotros escuchamos está prohibida, tal como me lo confirmó en una entrevista el profesor Leonid Petrov, quien vivió en aquel país durante tres años.

No tienen acceso libre a internet ni a televisión satelital, así que pasan un buen tiempo al aire libre: bailan, hacen deportes y también picnics en los parques. Disfrutan de su comida tradicional y de su cultura. Dicen sentirse satisfechos con la vida que tienen, aunque muestran gran curiosidad por nuestras sociedades.

Los norcoreanos han sido gobernados por una dinastía que ha controlado el país con puño de hierro por más de seis décadas. Los consideramos como víctimas de un régimen brutal, y seguramente lo son, pero no son solo víctimas, son mucho más que eso.

Ellos quieren ser reconocidos por lo que han hecho. Han sido los grandes protagonistas de la construcción de una nación que decidió seguir un camino alternativo de desarrollo a pesar de las grandes dificultades que ello acarrea. No es necesario admirar su ideario político para comprender que se requiere mucha capacidad e inventiva para llevarlo a cabo. Y es por eso que los norcoreanos creen que tienen tanto que enseñarnos como nosotros a ellos.
Taedong river in Pyongyang
Taedong river in Pyongyang Source: Claudio Vasquez / SBS Spanish
“¿No cree que es más loable seguir un camino propio que hacer lo que disponen las grandes potencias según sus intereses, tal como hacen ustedes?”, me preguntó un militar que me guiaba por un museo de recuerdos de la familia Kim. “Eso hay que agradecérselo a nuestros amados líderes”, se respondió solo, justo antes de pedirme secamente que me postrara para venerar una estatua dorada de Kim il Sung, el padre fundador de Corea del Norte.

Vacilé unos segundos antes de saber bien qué hacer, pues no soy una persona que se sienta a gusto arrodillándose frente a estatuas de otras personas, y peor aún si se trata de alguien acusado por numerosas organizaciones de derechos humanos de haber reprimido con violencia a la población de su país, tal como ha sucedido con el mayor de los Kim.
Central square in Pyongyang
Central square in Pyongyang Source: Claudio Vasquez / SBS Spanish
Dudo mientras los ojos de mi guía se posan en mí con impaciencia. Imágenes y testimonios de norcoreanos desertores, que recopilé gracias a algunas entrevistas, pasan por mi cabeza. Pero finalmente me arrodillo lentamente y bajo mi mirada ante la imponente estatua, mientras pienso en quienes fueron enviados a campos de reeducación simplemente por haber ocultado casualmente con sus cuerpos imágenes de alguno de los Kim o fueron sancionados por no llevar en sus solapas los broches con las imágenes de los gobernantes.

Pero como visitante también pienso en los extranjeros que han sido encarcelados acusados de acciones contrarias al régimen y me doblego.

Tras el encuentro esta semana entre Donald Trump y Kim Jong-Un, me pregunto si los norcoreanos querrán que ese gesto obligado ante una estatua se convierta algún día en opcional. Quizás los acuerdos refuercen la imagen de su joven líder, y por ende el sistema de valores y gobernabilidad con el que se han reconocido casi toda su vida.


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Published 16 June 2018 5:27pm
Updated 18 June 2018 10:56am


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