Baby Jane Allas, de 38 años, llora mientras cuenta lo que sintió cuando en enero le diagnosticaron cáncer de cuello uterino. Quedó conmocionada.
Y todavía más al recibir una carta de despido de la familia para la que trabajaba. Implicaba que no podría rembolsar los gastos médicos.
"Motivo del despido: diagnóstico de cáncer de cuello uterino", se lee en la carta a la que tuvo acceso la AFP.
Ella recurrió ante el ministerio de Trabajo de la antigua colonia británica que volvió bajo soberanía china en 1997. Además de perder la cobertura sanitaria el despido le obligaba a abandonar el territorio en un plazo de 15 días.
Según Allas, la familia de origen paquistaní con la que estaba le ordenaba realizar tareas incluso durante su único día de descanso semanal y sólo podía alimentarse de los restos de comida que quedaban en el frigorífico.
"Mi vecina me daba fideos, era muy buena conmigo, me decía 'Oh ¿qué te ha pasado? Pareces débil, has adelgazado'", recuerda.
Las empleadas domésticas son un pilar de la economía de la ciudad. Se ocupan de los hijos y de la casa mientras los padres trabajan. En su mayoría son indonesias y filipinas pobres que realizan tareas ingratas en condiciones difíciles a cambio de una remuneración baja.
En Hong Kong hay más de 340.000 empleadas domésticas, denominadas "helpers" o asistentes.
Las autoridades sostienen que se trata de un sistema justo con pocos abusos pero los defensores de los derechos humanos aseguran que ellas suelen ser víctimas de explotación debido a la deficiente protección legal.
El Centro para la Justicia de Hong Kong estima que una de cada seis empleadas domésticas vive en condiciones de trabajos forzados.
El año pasado el departamento de Estado estadounidense situó a Hong Kong al mismo nivel que Tailandia y Afganistán en materia de tráfico de personas, debido en parte a la protección insuficiente de las empleadas domésticas.
Varios factores influyen en su vulnerabilidad: los gastos elevados de las agencias para reclutarlas, la obligación de vivir en casa de la familia para la que trabajan, un salario mínimo de 4.520 dólares hongkoneses (510 euros, 577 dólares) y el hecho de que se tengan que ir de Hong Kong en pocos días si quedan desempleadas.
Sus condiciones son una lotería dependiendo de para quien trabajen.
En teoría los patronos deben pagar los pocos gastos médicos de los empleados domésticos que no cubre el sistema de salud público. También se les incita a contratar un seguro privado.
Cynthia Abdon-Tellez, directora de la Misión para los Trabajadores Migrantes, estima que el gobierno debe garantizar el acceso de los trabajadores domésticos a la seguridad social independientemente de su estado, porque los despidos abusivos abundan.
Atormentada por la enfermedad y el miedo, Baby Jane espera que las autoridades la defiendan. "Me siento perdida".
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