Nueve décadas después, una de las sobrevivientes de abusos sexuales de mayor edad en Australia recuerda con dolor el sufrimiento y la humillación que sufrió cuando estaba al cuidado de unas monjas que gestionaban una institución en Gore Hill, en el norte de Sídney.
“Nunca conocí a nadie más cruel en mi vida que esas monjas”, dijo Katie, una anciana de 96 años, que recuerda que “les decía que Dios no me mandaría al infierno porque he vivido allí por seis años”, según declaró a la cadena local ABC.
Katie, que no quiso dar su apellido, fue abandonada junto a sus cuatro hermanos por su madre. El padre de estos niños, un marinero, se fue a navegar después de este incidente.
Los niños fueron a vivir con una tía, mientras que a Katie y su hermana Mary se les dijo que irían a ver a la abuela, pero en realidad fueron internadas en el orfanato de Gore Hill.
Allí fue obligada a lavar en piedras y trabajar, recibían poco alimento y eran golpeadas en la espalda por las monjas de San José. Asimismo, una de las internas, que dormía cerca de Katie, la violaba por las noches. Esos episodios aún le causan pesadillas.
En aquellos años, a Katie se le dijo que no valía nada y se lo creyó. Muchas de sus compañeras huyeron, pero ella no podía porque no sabía a dónde ir.
En 1933 Katie y su hermana volvieron con su madre, quien tenía una nueva familia, pero a ella solo le podrían decir “tía”.
Con los años, Katie y Mary quisieron contarle a su madre lo que habían pasado, pero ésta no les creyó y por el contrario consideraba que las monjas jamás podrían ser capaces de este tipo de abusos.
Katie tiene actualmente cinco hijos y es bisabuela de 33 personas. Pese a la alegría de tener una vida familiar, recuerda esos años terribles.
“Cuando se trata de abusos sexuales, no creo que la gente se de cuenta de que es una cadena perpetua. Uno revive y revive y es difícil para mí, uno se siente sucio, que no vale nada”, comentó a la ABC.
Katie está frustrada porque no le han respondido a su solicitud de indemnización, que presentó en julio pasado.
“No tengo aún ni un centavo. Creo que están esperando a que me muera”, dijo Katie, quien espera que el dinero pueda ser usado para su funeral y para sus hijos.
Las monjas de San José dijeron a la ABC que lamentan “el dolor y el trauma” que sufrieron los niños durante su cuidado.
Katie nunca pensó que vería el día en que el primer ministro de su país reconozca su sufrimiento.
Por esta razón, la disculpa nacional es “muy importante” porque “al menos alguien tendrá conciencia de que pasó y puede pedir disculpas”.
Katie estará presente en el Parlamento para escuchar esas palabras que ella espera le den paz.
Katie será una de las centenares de víctimas de abusos sexuales cometidos cuando éstas eran menores y estaban bajo el cuidado de las instituciones australianas que escucharán al primer ministro, Scott Morrison, pedir disculpas en nombre de la nación en un discurso ante el Parlamento federal, en Camberra.
El discurso de Morrison será acompañado por una alocución del líder de la Oposición, el laborista Bill Shorten.
La disculpa nacional se da después de que el año pasado la Comisión Real que investigaba la respuesta de las instituciones australianas a los abusos sexuales a menores emitiera su informe final.
Zen la investigación se recibieron más de 40.000 llamadas telefónicas, 25.000 cartas y mensajes electrónicos, así como se celebraron 8.000 sesiones privadas y se derivaron 2.575 casos a las autoridades, entre ellos a la Policía.
La Comisión dio 122 recomendaciones al Gobierno australiano, de las cuales acepto 104. Las 18 restantes serán analizadas en consulta con otros estados y territorios.
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